domingo, 28 de junio de 2015

¿Podemos utilizar el 100% de nuestro cerebro sin necesidad de ingerir CPH4?


La reciente película “Lucy” dirigida por Luc Besson e interpretada por Scarlett Johanson, ya está en cartelera y contradice a la neurociencia. La trama está basada en el mito de que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro.

Johansson da vida a una mujer obligada a ejercer narcotráfico. Utilizada para sacar de Taiwán una nueva droga y adquiere poderes sobrenaturales cuando la bolsa de la droga que llevaba en su estomago se rompe y los narcóticos entran en contacto con su cuerpo. Dotada con una memoria prodigiosa, Lucy, cree usar al máximo el cerebro.

Besson lo explica así: "Supongamos que alguien consigue tener acceso al 30% de su mente, podrá acceder al 40% y así sucesivamente. Es como un efecto dominó. En cierto modo, Lucy coloniza su propio cerebro y no puede parar".

Desmintiendo el mito

La revista Nature Neuroscience, le dedica un editorial. “Lucy se basa en la premisa de que habitualmente solo utilizamos el 10% del cerebro y que, si de alguna manera se pudiera aprovechar el 90% restante, se desbloquearían poderes sobrehumanos”, resalta. Poderes que en este caso incluyen el dominio de la fuerza de gravedad o la capacidad de estar en todas partes.

La revista afirma que “algunas ideas sobre el cerebro, por muy erróneas que sean, gozan de gran longevidad y atractivo popular”. Pero, Lucy, ”como muchas películas de Hollywood, no pretende basarse en hechos científicos y está destinada a entretener más que a educar”.

El mito de que solo utilizamos el 10% de cerebro surgió en los primeros años del siglo pasado. En las dos últimas décadas, gracias a las técnicas de neuroimagen la neurociencia ha mejorado, ahora se puede observar el cerebro “en vivo y en directo”, ello ha desmoronado viejas creencias.

“Lo de usar solo un 10% del cerebro es algo impreciso que la neurociencia no considera en el sentido de que haya recursos neurales que no se utilizan. Lo que sí se sabe es que cuando faltan partes del cerebro, por lesiones o malformaciones congénitas, el resultado es un peor funcionamiento. No parece que haya nada que sobre o que no se utilice”, señala Francisco Claro Izaguirre, profesor titular de Psicobiología de la UNED.

La actividad del cerebro es constante en su totalidad, no descansa ni cuando dormimos. Durante el sueño el cerebro lleva a cabo tareas tan importantes como consolidar la memoria.


Se podría justificar que los supuestos “superpoderes” de Lucy no sean más que un delirio que experimenta la protagonista después de que la droga pase a su sangre.

La evolución también parece desmentir ese argumento: “El cerebro se estaría utilizando al máximo de su capacidad, de forma óptima dada la historia de la especie. Si no fuera así, la presión evolutiva habría ido hacia una mayor utilización y no al aumento de tamaño de la corteza cerebral, como ha ocurrido, lo que nos ha llevado a los humanos a tener una cabeza muy grande que dificulta el parto. Otra consecuencia es la lateralización de funciones en un solo hemisferio para dejar sitio en el otro a otras funciones”, resalta Claro.

Además, el cerebro pesa un kilo y medio, equivalente al 2% del peso corporal, pero consume el 20% de la energía del el organismo. Mantener el 90% de sus células inactivas sería un coste desmesurado desde el punto de vista evolutivo.

Tampoco es un avance tener un control absoluto de todo, y menos del metabolismo, como en la película. “En el cerebro no todo está conectado con todo. La consciencia y el control voluntario conectan sólo con algunas funciones que, una vez aprendidas, como las destrezas motoras de un músico, se automatizan y se hacen subconscientes, liberando esos recursos para otras funciones, como hacer música. ¿Qué sentido tendría tener el control voluntario de la temperatura corporal, el latido del corazón o del pH de la sangre, salvo quizá ahorrarse el turismo eutanásico a Suiza?”, apunta.

Superpoderes o efectos de la droga

La misteriosa droga

El CPH4, es el nombre inventado por Besson para una misteriosa molécula producida en el sexto mes del embarazo, asegura el cineasta, que no quiere revelar el verdadero nombre de la proteína, según ha dicho en alguna entrevista «apócrifa». ¿Si existe realmente por qué oculta el nombre? Curiosamente sí hay un CPH4, y responde a las siglas «Cuticular Protein Hypothetical 4». La produce el gusano de seda.

Sentidos potenciados

“Cuando salí al jardín todo centelleaba y refulgía. Mis sentidos vibraban en un estado de máxima sensibilidad”. No son palabras de Lucy, las escribe Albert Hofmann, el primero en experimentar, también de forma accidental, los efectos del LSD mientras estudiaba una enfermedad del centeno. El estado hipersensible de Lucy se debería a la droga ingerida más que a un “mejor uso de su cerebro”.

«Recuerdos lejanos»

La gran memoria de Lucy la hacia capaz de recordar sucesos de cuando tenía apenas un año, según precisa su madre. Sin embargo, un trabajo publicado este año en «Science» explicaría la falta de memoria habitual de esa etapa. Esto podría deberse a la gran producción de neuronas (neurogénesis) que tiene lugar en el cerebro en desarrollo, incompatible con la formación de redes estables de neuronas, esenciales para recordar.
Unos cien mil millones de neuronas, con unas tres mil conexiones por célula suponen 100 billones de sinapsis en nuestro cerebro. Un número superior al de estrellas en la galaxia, como explica el profesor Samuel Norman, que interpreta el oscarizado Morgan Freeman. Uno de los pocos datos científicos que ofrece “Lucy”.

¿Qué dice Besson?

Besson asegura que su argumento es creíble y avalado por algunos científicos. Entre ellos el neurólogo Yves Agis, uno de los fundadores, junto con el propio cineasta, del “Instituto del cerebro y la médula”, de París. Sin embargo, Agis reconoce que tuvo que “poner el freno a su creatividad con algunos hechos. No fue nada difícil, Luc lo entiende todo con extrema rapidez”.

Según la nota de prensa de la productora, el neurólogo “ayudó a Besson a andar en la cuerda floja que separa la realidad teórica de la imaginación, y empezó a darse cuenta de que la creatividad del cineasta no estaba tan alejada de la verdad científica”. “Es lo que más me gusta de la película, los hechos reales”, resalta Agid.

“Por ejemplo, se habla de la cantidad de células en el cerebro, del número de señales que produce una célula cada segundo. Al utilizar estas cifras, Luc imprime una dinámica fascinante a la historia. Desde luego, cuanto más avanza la película, más se ficcionaliza, y así debe ser. Pero es perfectamente creíble porque, en parte, está basada en la realidad”, concluye.

Ese interés que reflejan las taquillas es una evidencia de la atracción que despierta la neurociencia. “Los neurocientíficos no deberían dudar en aprovecharlo para colaborar más con los cineastas y proporcionarles argumentos alternativas que se basen en hechos científicos”, indica la revista.


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(Fuente y redacción: http://sophimania.pe/)